Por: Paula Jordán Ramos
Foto: Opinión
Punzón descriptivo:
Te quiero y al fin te tengo, pero nos caga el destino, y en el camino nos reímos de las macanas que hace uno por amor, nos emocionamos por lo sublime del amor y nos ofrecemos al sacrificio.
Te quiero y al fin te tengo, pero nos caga el destino, y en el camino nos reímos de las macanas que hace uno por amor, nos emocionamos por lo sublime del amor y nos ofrecemos al sacrificio.
Corazón:
En una escenografía minimalista —pared y un colgador con seis sueros fisiológicos—el personaje interpretado por Bernardo Arancibia relata la agonía que le provoca una mujer que solo existe sonoramente en un constante clamor: “dime que me amas”, mientras éste se estrella una y otra vez contra la pared, en hondo abatimiento. Hasta aquí, la obra se abre sugerente, pero la narración posterior, si bien tiene certeros aciertos como los de la comedia y el uso de flashes sonoros, rompe de plano con la provocación inicial.
El texto es divertido en esta segunda parte de la obra, con la narración desdoblada sobre el camino que recorre el personaje, desde el rechazo hasta el amor correspondido de su musa —referida por ejemplo, como una “anticuchera sin escrúpulos”— pero opera simplemente, a nivel dramatúrgico, como enorme bloque contextualizador de un desenlace apresurado que amenaza con descarriarse. Esta inarmónica edición de compases podría deberse a que Dime que me amas nació como pieza breve en 2014, tras lo cual el director Freddy Chipana y Arancibia —quien a su vez dirige el elenco de Teatro Grito—, la han ido ampliando hasta los 40 minutos que dura hoy.
A nivel de dirección actoral, Freddy Chipana suele optar por la detención del cuerpo con énfasis en el discurso a voz y rostro alzados, y esta puesta en escena no ha sido la excepción. Claro que hay gestualidad corporal convincente, por parte de Arancibia, pero hace falta constancia en el trabajo vocal.
También se aprecia otro sello distintivo del director: la exquisita performance que logra de sus actores cuando se trata de mostrar el cuerpo movido, estrellado, atacado por un otro invisible, arte que domina y deleita por la perfecta sincronía de tiempos y movimientos, una herencia del lenguaje de Teatro Los Andes, del cual Chipana formó parte.
Para el libreto, cuenta el director, dos historias bolivianas verídicas le sirvieron de inspiración: un muchacho que, iluso, pretendió impedir una boda; y la trágica muerte de los actores Tota Arce y Mario Arrieta, acaecida en 2002.
“El amor es puro…la vida en el amor es difícil”, propone la sinopsis que invita como el menú de un plato conocido. En este unipersonal Chipana quiere hacer poesía teatral, objetivo que cubre parcialmente, sobre todo a partir de los flashes sonoros bien trabajados y la simbología final; pero no solo eso, también pretende usar el amor como pretexto para cuestionar el acceso a la salud, quiere hacer de su teatro un espejo donde la gente se mire y reflexione sobre problemáticas sociales de este orden y donde mejor lo logra es precisamente en los sectores sociales más expuestos a las mismas, como el público del circo El Tapeque de Cochabamba, que presenció la obra horas después de la puesta en escena en el céntrico teatro Achá, ambas en el marco del XXV Premio Nacional de Teatro Peter Travesí, donde la butaca roja tuvo su propio deleite, aunque la haya sentido con menos llajua.
FICHA TÉCNICA
Obra : Dime que me amas
Texto y dirección : Freddy Chipana
Actuación : Bernardo Arancibia Flores
Vestuario : Carmencita Guillén Ortúzar
Diseño de luces : Sergio López
Diseño escenográfico: Narda Alvarado
Elaboración escenográfica: René Suntura Mamani
Composición musical: David Arze
Grabación musical : Jorge Zamora
Esta crítica fue ganadora del Concurso Nacional Peter Travesí 2016. Se publicó originalmente el la revista teatral LA ESCENciA, en 2016.
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